El artículo para la FBCLM tenía como objetivo ayudar a los entrenadores de baloncesto de Castilla La Mancha a adquirir conocimiento sobre cómo actuar en tiempos de covid.
Explicaba que desde hace unos meses, como consecuencia del maldito COVID-19, vivimos desde el punto de vista personal una hecatombe con la pérdida de un gran número de vidas humanas que nunca olvidaremos. Mientras tanto, nuestra parte de entrenador nos llevaba a pensar en la repercusión que todo ello iba a tener en el baloncesto de formación, arrastrándonos a una situación de auténtica incertidumbre. ¿Cuándo vamos a poder entrenar? ¿En qué condiciones?, ¿Podremos competir? Estas eran algunas de las muchas preguntas que nos planteábamos.
Baloncesto en época covid
En el artículo para la FBCLM comentaba que actualmente, esta falta de certeza ya no existe y conocemos el marco en que debemos movernos para reducir el riesgo con los nuestros (deportistas, familias y nosotros mismos) mientras el peligro continúe. Este verano, entre el 6 y el 10 de agosto, la FEB puso en práctica esta experiencia con las Selecciones Españolas U16 y U15 y nos concentramos en Valencia. Como no podía ser de otra manera, los criterios médicos primaron sobre los deportivos: uso de mascarillas ffp2 para los entrenadores, evitar el contacto, no compartir el balón y medidas desinfectantes cada 15 minutos además de contar con los controles (PCR), tomas de temperatura y distanciamiento social durante las comidas.
Las personas antes que el deporte
En el artículo para la FBCLM decía que es evidente que estamos viviendo una situación especial que amenaza y condiciona nuestro día a día. Pero también tiene su parte positiva si lo entendemos como una oportunidad para hacer las cosas de otra manera.
He defendido siempre que la formación de la persona se encuentra por delante de la del deportista. Creo firmemente que la pandemia que estamos viviendo refuta estas ideas. Todo, incluido el deporte, pasa a un segundo plano cuando la vida y la salud de la gente está en peligro.
En primer lugar, en orden de importancia, esta situación extraordinaria nos está dando una ocasión perfecta para preocuparnos de las personas. Esto es, de nuestros deportistas y de sus familias.
La ausencia de competición nos permite invertir más de tiempo en hablar con nuestros niños, saber cómo están, conocerlos mejor. No tiene sentido preparar entrenamientos, por muchos medios humanos y materiales con los que contemos, si no pensamos en cómo se encuentran, qué pueden hacer, qué necesitan y por supuesto, qué debemos poner en práctica para mantener protegida al máximo su salud y no se contagien.
También nos da la oportunidad de contactar con sus familias y saber cómo están. Algunas de ellas viven momentos difíciles a nivel psicológico y laboral. Estar seguros de que una llamada por parte de los entrenadores de sus hijos se agradece mucho, especialmente ahora, y puede tener un efecto muy positivo en la relación padres-entrenadores.
En segundo lugar, y ya hablando del aspecto deportivo, es una ocasión perfecta para invertir en la mejora individual y generar nuevas maneras de entrenar de forma que les ayude a mejorar y les motive (clave).
Me parece importante recordar e insistir en la idea de que no somos entrenadores profesionales entrenando a deportistas profesionales sino a personas que se encuentran inmersos en un proceso madurativo (niñez y adolescencia) a través del cual se convertirán en adultos. Comprender que la inmensa mayoría de ellos no va a llegar a ser un deportista profesional.
También tener presente la importancia de que hagáis un esfuerzo por adaptaros a vuestros deportistas y que prioricéis su beneficio por encima del vuestro.
Entrenando al baloncesto con covid
En el artículo para la FBCLM expuse lo siguiente. Entrando en materia a nivel puramente deportivo, nos vemos obligados a olvidarnos del fundamento del pase y del concepto de ayuda, elementos ofensivo y defensivo fundamentales que definen el baloncesto como el deporte de equipo que es.
Dicho esto, con el objetivo de ayudar y poniéndome en vuestro lugar, establecería un plan de trabajo que debería adaptarse al nivel técnico de los jugadores y a su categoría, además de tener en cuenta las limitaciones vistas previamente. Así, en un equipo que entrene 3 días a la semana (lunes, miércoles y viernes) con entrenamientos de 90’, plantearía esta estructura de entrenamiento:
1. Bloque 1. Duración 20’.
Rutina de trabajo que debería ser progresiva de manera que nos sirviera de calentamiento. Lunes y viernes trabajo de tiro, especialmente de la técnica correcta. Miércoles trabajo de bote: tacto y visión amplia y continua (visualización del entorno y control del espacio para centrarnos solamente en el objetivo del aro en el momento de finalizar).
2. Bloque 2. Duración 25’.
Trabajo sin oposición (1×0) con objetivos específicos:
1) Ofensivos:
A. Trabajo de pies: salidas, paradas, paso 0, etc.
B. 1×0 previo bote: fintas de penetración y tiro.
C. 1×0 sobre bote: cambios de dirección, ritmo, etc.
D. Finalizaciones con 1 y 2 pasos, 1 y 2 manos, etc.
E. Rebote ofensivo.
2) Defensivos:
A. Posición básica defensiva.
B. Desplazamientos defensivos.
C. Fintas defensivas.
D. Desplazamientos defensivos.
E. Rebote defensivo: técnica, visualización del atacante, salto y caída del salto, etc.
3. Bloque 3. Duración 20’.
Trabajo cognitivo: respuesta del jugador a diferentes estímulos.
1) Visuales: mano abierta o cerrada, brazo arriba o abajo, posición del defensor, etc.
2) Obstáculos: sillas, carro de los balones, etc. Evitar los conos para que el jugador no fije su vista en el suelo.
4. Bloque 4. Duración 25’.
Competición. Objetivo: divertirse por encima de todo.
1) Competiciones de tiro.
2) Competiciones de entradas a canasta.
3) Otras competiciones usando el bote.
En un equipo que entrene 4 días a la semana con entrenamientos de 90’, plantearía esta misma estructura pero añadiendo la rutina del bloque 1 un día más de trabajo de bote.
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