Hace muchos años leí una frase que me pareció muy interesante ya que definía, de una forma sencilla, éste concepto. Esta era de un entrenador americano muy famoso, Mike Krzyzewski, entrenador de la Universidad de Duke y actual seleccionador nacional de Estados Unidos.
Coach Krzyzewski afirmaba que “los miembros de un equipo deben ser observados como los cinco dedos de una mano. Tenemos manos con dedos pequeños que se juntan con facilidad y, cerrados sobre si, se transforman en puños poderosos. Otras, con dedos a veces mayores, tienen dificultad para cerrarse y formar un puño mínimamente fuerte”.
En otras palabras, gente individualmente débil que trabajan juntos, pueden muy ser fuertes. Y al contrario.
Si tuviera que definiros mi idea como formador de lo que debe ser un equipo en formación sería algo parecido a lo que sigue: “un grupo de individuos en edad de formarse donde los objetivos a alcanzar estarían bien definidos y adaptados a su edad, donde existen unas reglas de equipo a respetar muy claras, donde cada uno sabe lo que tiene que hacer y se responsabiliza de ello, donde se sienten motivados e integrados en el grupo y donde luchan esforzadamente por mejorar su papel en el equipo y aportar valores al mismo ayudando a que el todo sea mayor que la suma de las partes”.
Los formadores tenemos toda la responsabilidad a la hora de conseguir que nuestros jóvenes jugadores entrenen y jueguen juntos formando un auténtico equipo. Somos nosotros, los adultos que les entrenamos, los que tenemos que generar el entorno adecuado para crear equipo.
Lo primero de todo, debemos creer realmente en él. Estar absolutamente convencidos de su importancia. Tenemos que usar palabras como nosotros, todos, juntos; y verbos como ayudar, sumar, unir, juntar.
En segundo lugar, debemos ser conscientes de que nuestros actos van a ser más convincentes que nuestras palabras. Si queremos realmente formar un equipo debemos demostrarlo cada día con nuestros actos siendo un ejemplo de ello.
En tercer lugar, debemos conseguir un equipo comprometido. El compromiso es un valor clave en el trabajo colectivo que va a hacer que todo el mundo se sienta parte del mismo, lo de todo, se esfuerce al máximo y se sacrifique por el grupo. Sin éste valor es casi seguro que nada de lo que hagamos vaya a tener éxito.
Dicho todo esto podemos preguntarnos: ¿qué acciones concretas podemos tomar para generar equipo? Enumeremos algunas:
1. Ser justos e imparciales.
1) El trato debe ser igual para todos. No podemos mostrar afecto a unos y a otros no; ser cercanos con unos y con otros no tanto; disculpar a uno por un error y recriminar a otro cuando lo comete; reforzar y motivar a unos y no hacerlo con otros; etc.
2) No dejarnos llevar por la simpatía de uno o porque conocemos al padre de otro. Nuestro papel es ayudarlos a crecer y formarse plenamente, sin favorecer a unos más que a otros.
3) Debemos interesarnos por todos los miembros del equipo, sin distinción, evitando centrar nuestra atención e interés únicamente en el grupo de los “buenos”.
2. Usar el partido para hacer equipo.
Este es el momento que todos esperan con pasión: el momento de jugar.
1) La manera como usemos el tiempo de juego definirá cuánto crees de verdad en tu equipo.
En mi opinión, en edades muy tempranas, deberían jugar todos por igual con independencia de sus habilidades motrices y técnicas, salvo que sea por una decisión nuestra como respuesta a algún problema de actitud o ruptura de las reglas del equipo. Pero también será importante que todos participen activamente del mismo modo. Esto es, que puedan tomar decisiones y desarrollar sus iniciativas sin restricción alguna.
Con ello vamos a conseguir que todos se sientan importantes y parte del equipo. Que vivan la sensación de aportar valor al mismo. De esta manera vamos a favorecer en los menos hábiles su autoestima y motivación además de transmitir a todo el equipo valores como la generosidad, el respeto a los compañeros y el espíritu de equipo.
Más adelante, a partir de la categoría cadete, podemos hacer que los minutos de juego se repartan de otra manera pero no debemos olvidar que el uso del tiempo va a seguir teniendo una gran incidencia enorme en el espíritu de equipo. Cuanto más nos acerquemos a que todos jueguen el mismo tiempo, más cerca estaremos de lo ideal.
2) La importancia que le demos a la actitud tanto de los que juegan como de los que están en el banquillo. Promover actitudes como:
A) Aplaudir y reforzar los esfuerzos y las acciones en pos del equipo.
B) Juntarse y poner algo en común siempre que el balón esté muerto. Es típico hacerlo mientras el árbitro señaliza una falta a la mesa, antes de lanzarse los tiros libres .
C) Apoyar y animar al lanzador de tiros libres tras su primer lanzamiento (y tras el segundo, si tiene que lanzar 3 tiros libres).
D) Vivir el partido desde el banquillo. Animar y felicitar a los compañeros que están jugando además de levantarse y darles la mano cuando vienen al banquillo.
E) Crear un grito o acción exclusiva y propia del equipo con la que todos se sienten identificados y que se emplee antes de comenzar el partido, en los tiempos muertos, al finalizar el encuentro, etc.
3) Rotar a todos como capitanes del equipo. Esto les va a hacer sentir importantes además de enfrentarse a las responsabilidades inherentes a su cargo.
3. Promover el altruismo en el juego, tanto en entrenamientos como en el partido.
Tenemos que potenciar y valorar a aquellos que son capaces de dar un pase más para que un compañero anote cuando ellos podrían hacerlo, al que hace una falta necesaria para el equipo a pesar de que le elimine del juego (5ª falta), al que realiza un movimiento para que su compañero anote, al que coge voluntariamente al mejor anotador del otro equipo y se sacrifica para frenarle, a los que abandonan su egoísmo personal para hacer buenos a otros, etc.
4. Favorecer y forzar la comunicación entre todos los miembros del equipo.
Como sabemos, la comunicación no es exclusivamente verbal. También existe una basada en los gestos y en las actitudes que son más importantes y numerosas.
Por lo tanto, como formadores, podemos incentivar a la comunicación realizando algunas acciones como por ejemplo:
1) haciendo que diferentes miembros del equipo, de vez en cuando, hablen al resto de los compañeros algo concerniente al equipo o expliquen algún concepto individual o colectivo del juego. Así les acostumbramos a hablar al resto y perder el miedo a exponer ideas y comunicarse.
2) incentivando al uso continuo del lenguaje no verbal, a través de gestos, contactos, choque de manos, etc
5. Desarrollar el talento individual por encima del de equipo en las primeras edades de la formación.
Puede parecer una contradicción desarrollar lo individual cuando queremos fomentar el equipo pero no lo es. El juego de equipo se alimenta de la calidad individual de sus miembros. Cuanto más crezcan y se desarrollen más y mejor será el crecimiento como equipo (ver fundamentos del baloncesto). He visto muchos equipos estancados y limitados por el poco crecimiento de sus individuos. Esto ocurre en cualquier nivel, incluso en el profesional.
Conforme avancemos en el proceso de formación debemos ir equilibrando la mejora individual y colectiva hasta ser del 50%. Nunca lo colectivo debería superar lo individual.
De esta manera vamos a desarrollar los fundamentos individuales, la toma de decisiones y el desarrollo del talento dentro del concepto de equipo que establezcamos.
6. Hacerles entender que ganamos y perdemos todos.
He conocido casos de chicos felices porque habían jugado un gran partido mientras su equipo había perdido y también de otros que estaban enfadados y tristes porque lo habían hecho muy mal cuando su equipo había ganado. Es indudable que este tipo de comportamientos serían más propios en deportes individuales donde uno piensa en sí mismo y en su rendimiento personal. Pero es inaceptable cuando formamos parte de un equipo donde el colectivo es lo más importante.
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